El otro día perdí un guante.
No eran unos guantes cualquiera, no te creas. Me aislaban de este maldito tiempo coreano, y además eran super molones. Como de piel vuelta por fuera, y de pelo de animal por dentro. Por supuesto falsos.
Se me cayó por la calle, mientas iba bebiéndome un vaso de agua caliente que me dieron en una pastelería. Aquí pides un vaso de agua y te dan agua caliente, la mezclan con agua fría, pero vamos, que está caliente. Yo pensé que eso era un truco para vomitar, pero bueno, me la bebí porque me moría de sed, y en esas, se me debió de caer el guante.
Me dí cuenta en el super, que tampoco es un super cualquiera, es el EMARKT. Es como el Carrefour, pero todo coreano, asi que imagínate, es maravilloso. Nos ponemos nerviosos cuando vamos, hay tantas cosas...pasillos y pasillos de cosas que no sabes lo que son y que parecen, y deben ser, una trapallada, pero eso no hace que dejes de desearlas.
Cada vez que vamos nos gastamos como 70 euros, así que intentamos ir poco. No hay manera de gastarse menos, es imposible. Que si esto, que si lo otro, venga unos fideos, venga unas hambuguesas que están de oferta (porque caducaban ese día, claro. Así que ahí nos vimos, con 10 hamburguesas que había que comerse si o si). La perdición.
Y allí mismo, delante del tío que te hace reverencias cuando entras en el super, me dí cuenta de que me faltaba un guante.
Así que panicando, como diría Eliana, me fuí a hacer todo el camino de vuelta a casa. No podía perder un guante, no jodas, o pierdes los dos, o no hay trato. Fuí hasta la pastelería donde me dieron el agua, pero la tía me miraba con cara de marciano mientras yo hacía aspavientos y señales de como se pierde un guante.
En la pastelería no estaba, eso quedó claro. Así que me volví al super cabizbaja y pensando como puede haber alguien tan cruel como para llevarse un guante, ¡un guante! Vamos, qué vas a hacer con un guante, eso lo haces a mala idea. Lo normal es dejarlo a un lado de la acera, como un gato atropellado, o encima de una barandilla para que su dueño lo recoja. Pero no, ese pequeño coreano sin escrúpulos, se lo llevó a su casa.
Pues que te aproveche, no voy a hacer un drama de esto. Pero cuando llegué a casa, tenía una mano 5 años más vieja que la otra. Eso se nota a simple vista. Y no pienso comprarme otros guantes, para un mes que queda de frío, seguiré usando los que tienen un agujero y se me sale un dedo.
Sólo espero que tu conciencia no te deje dormir por las noches.
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