viernes, 12 de diciembre de 2014

LAOS


































 Laos es un sueño, un sueño con polvo, y gotas de sudor.
Pero verde y fresco de sabor a mango.
Por el día, tienes que cubrirte con un paraguas o ir por la sombra porque hace un calor insoportable. 
Por la noche, aunque sigue haciendo calor, ya se puede respirar. La gente sale a la calle, se reune en las esquinas y se queda hablando. En las ciudades, hay cientos de motos. Tantas, que si te descuidas puedes estar diez minutos esperando a que paren de pasar y puedas cruzar.
En los pequeños pueblos, los niños y los perros salen de las casas medio aturdidos y empiezan a revivir.
Las calles se llenan de bicis pilotadas por niños de no más de cuatro años, unos encima de otros. 
Salen a la calle tambien, las chicas que trabajan en las casas de masajes. Se sientan en el portal, y se abanican mientras cotillean. Los chicos más mayores, juegan a la petanca en el campo de fútbol del colegio. Las señoras se ponen a cocinar crêpes de plátano y batidos de fruta fresca en el medio de las aceras. Es tambien la hora punta en las peluquerías. Hay dos señoras.
Las cucarachas salen de sus agujeros y corren por las calles. Los extranjeros se vuelven a encontrar. Primero en el bus de camino, en el lago, en la cascada, y finalmente en el restaurante a la hora de la cena.
En el AMD sirven sopa de pollo y noodles de arroz mientras escuchamos a Compay Segundo y el Fu du fa fa de Flight of the Conchords. 












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